"De S. Sebastián no quedará sino la memoria de donde estuvo
situada".
Ante esta profecía inserta en la Gaceta oficial, se nos ocurre preguntar qué hacían José María Soroa, José Ignacio de Sagasti, Joaquín Luis de Berminghan y otros próceres donostiarras que seis
días antes habían tomado en Zubieta el acuerdo de reedificar la ciudad. Si su inconsciencia no era muy grande, aquellos hombres tenían un amor extraordinario a la ciudad y un coraje fuera de lo
común.
En resumen, la Gaceta produce la impresión de querer echar
tierra al tema de las responsabilidades de la destrucción de San Sebastián y de su saqueo, presentándolos como un tributo debido al
rayo de la guerra, sin que pudiera evitarse que unas decenas de
soldados, enfurecidos como toros de lidia al ver correr abundantemente la sangre de sus compañeros, cometieran algunos excesos
los cuales, afirma falsamente, habían sido castigados con la muerte (2).
Esta nota tuvo que herir profundamente a los donostiarras,
que habían visto arrasados sus hogares y la ciudad. Por otra parte,
quiere justificar los desmanes de la soldadesca como producto del
furor contra el enemigo. Esto puede ser la explicación de que los
donostiarras insistan sobre el contraste del trato dado a los france.
ses y a los vecinos donostiarras.
Los numerosos documentos publicados por la ciudad de San
Sebastián señalan con insistencia el contraste de la acogida que al
entrar en la plaza dispensaron las tropas aliadas a los soldados fran
ceses cogidos prisioneros, a quienes recibieron con la mayor huma
nidad, y a la indefensa e inocente población civil, a la que acogie
ron como si se tratase de verdaderos enemigos.
No hemos de ocultar que semejante insistencia producía en nos
otros cierta turbación, pues a primera vista causa la impresión
que los donostiarras estaban deseando que se pasase a cuchillo o
poco menos a los vencidos. Pero indudablemente estos documentos
no pretenden otra cosa que hacer resaltar la inconsecuente e injus.
ta conducta de los asaltantes con respecto a la población donostiarra. Y no estaba de más señalar este contraste cuando, quizás como
impresión de un sentir bastante general, la Gaceta de Madrid del
7 de septiembre, en noticias datadas el 30 de agosto, señalaba que
la defensa de los franceses en San Sebastián era tan obstinada como
grande el peligro que corría su desesperada guarnición; y en una
nota al pie de página decía textualmente:
"La heróica defensa de los españoles en Tarragona fue objeto de las discusiones de varios generales franceses: los más opinaban
que debían' ser pasados a cuchillo los defensores de aquella plaza
por no haber querido capitular quando los sitiadores tenían ya
abierta y accesible la brecha; y baxo este principio aplaudieron y
apoyaron los horrores cometidos por el sanguinario Suchet. ¿Quál
deberá ser pues la suerte de los defensores de S. Sebastián? Ellos
son responsables de las infelices víctimas que sacrifica su obstinación; y Lord Wellington sería demasiado generoso si perdonase
unas vidas que tantas vidas cuestan".
+++++++++++++++++++++++++++++++
(1) La noticia de la toma de San Sebastián se dio en la Gazeta extraordinaria del 7 de setiembre de la siguiente manera: "Mientras las armas españolas
se inmortalizaban en la parte de Irún, los aliados derramaron su preciosa sangre
en el asalto de la plaza de San Sebastián. Aunque su pérdida en estos últimos
momentos fue grande, reduxeron el número de los enemigos a solos 300 hombres,
los que se vieron precisados a capitular el día 3 (sic), después de haber perdido
todas las esperanzas de ser socorridos".
(2) Véase la nota reproducida en el apéndice documental. Respecto al pretendido castigo de los culpables hay que negar tal hecho, no sólo por un silencio
total de las fuentes que debieran haber hablado del mismo, sino porque esta afirmación de la Gaceta fue desmentida expresamente. Véase en el apéndice documental la carta escrita desde Zarauz, inserta en el artículo de El Duende
los Cafés del 10 de octubre.
(1) La noticia de la toma de San Sebastián se dio en la Gazeta extraordinaria del 7 de septiembre de la siguiente manera: "Mientras las armas españolas se inmortalizaban en la parte de Irún, los aliados derramaron su preciosa sangre en el asalto de la plaza de San Sebastián. Aunque su pérdida en estos últimos momentos fue grande, reduxeron el número de los enemigos a solos 300 hombres, los que se vieron precisados a capitular el día 3 (sic), después de haber perdido todas las esperanzas de ser socorridos".
ResponderEliminar