jueves, 12 de septiembre de 2013

LOS RESPONSABLES DE LA DESTRUCCIÓN - No fue premeditado

No obstante lo dicho, no faltan suficientes razones para creer que la horrenda destrucción de San Sebastián no fue cosa premeditada, ni siquiera deseada. En este punto me viene el apoyo autorizado de los distinguidos militares Olavide, Albarellos y Vigón, bien conocidos entre nosotros, especialmente por su magnífica obra: Historia de las fortificaciones de San Sebastián. En un artículo publicado en común en la prensa donostirra en 1913 se expresaban en los siguientes términos que no tienen pérdida: 
"¿Tiene razón de ser, considerada militarmente, la idea de que el incendio y saqueo de San Sebastián en 1813 fueran, no ya ordenados, ni siquiera consentidos por Lord Wellington y por los Ge nerales, Jefes y Oficiales de los ejércitos aliados? 
Nuestra opinión es que tal idea no tiene razón de ser, que es errónea y que la fundamentamos en las breves consideraciones siguientes: 
Desde el punto de vista estratégico, la mira de Lord Wellington, en su avance victorioso de 1813, era llevar la guerra al Mediodía de Francia, abandonando su base de operaciones de Portugal y estableciéndola fuertemente en los Pirineos, con el sólido apoyo de Pamplona en su flanco derecho y de San Sebastián en el izquierdo; con lo cual, y siendo dueño del mar, su posición era fortísima y podía desarrollar una enérgica ofensiva en el territorio francés. 
Así decía en carta que desde Hernani dirigía el Conde Bathurst, con fecha 12 de julio: 
«Espero seremos pronto dueños de San Sebastián, y si nos establecemos bien en los Pirineos, serán precisos a los franceses grandes refuerzos para arrojarnos... Creo puedo guardar los Pirineos tan fácilmente como Portugal. Estoy seguro de poder conservar esta posición más fácilmente que el Ebro o cualquier otra de España».
Ahora bien: ¿cabe dentro de ese plan estratégico que el flanco izquierdo de su nueva base de operaciones, su apoyo marítimo, de cuya posesión podía esperarse que la verdadera base de operacio nes fuera la misma Inglaterra con inmensas ventajas económicas y militares, fuera un montón de escombros sin capacidad militar ninguna como tal punto de apoyo? Esto es inadmisible. 
Además, aun suponiendo que en la mente de Lord Wellington hubiera existido el propósito de la destrucción de San Sebastián, o por lo menos no le hubiera importado que así se hiciera, ¿no pudo hacerlo abreviando al mismo tiempo su rendición, con un bombardeo, como en Copenhague, y más cuando tan preocupado estaba con las maniobras de Soult y con los planes que Napoleón, después de Beautzen en el armisticio de Pleiswitz, podía desarrollar para levantar su ejército de España? Y, sin embargo, no lo hizo y siguió el Sitio su marcha, con areglo al plan propuesto.
La posesión de San Sebastián era de gran importancia en los planes militares del generalísimo inglés. La posibilidad de que Napoleón pudiera reforzar considerablemente al Duque de Dalmacia, sin que estuviera definitiva y sólidamente apoyado en la nueva base de operaciones, le hacía desear ardientemente la posesión de esta Ciudad; y no hay modo alguno de compaginar ese deseo con el de su destrucción o, al menos, con la indiferencia de que fuera o no destruida. Esto está reñido con el modo de ser de Lord Wellington, cuya característica era proceder serenamente con cálculo frío y meditado. Veamos ahora el asunto desde el punto de vista táctico. Tomada al asalto la Ciudad, su guarnición se retiró al Monte Urgull; la situación de los asaltantes, dedicados al incendio y al saqueo, era desventajosísima y pudo ser crítica y peligrosa para los aliados. Teniendo en frente, y muy próximo, a un enemigo valiente y decidido, con un jefe enérgico y animoso, ocupando el monte como reducto de seguridad y última defensa; habían demostrado los franceses desde el comienzo del sitio que no se limitaban a una defensiva pasiva, sino que aprovechaban todas las ocasiones para las reacciones ofensivas; y si bien los aliados ocupaban en toda la calle del 31 de Agosto los edificios más sólidos de San Sebastián, el incendio y el desorden en su espalda los colocaba en situación tan desfavorable que seguramente el General Rey la hubiera aprovechado si la guarnición no hubiera estado quebrantadísima después de tanta lucha. 
Uno posición, una línea de combate, con un obstáculo insuperable a su espalda, o por lo menos, las ruinas y el desorden, era para la línea de combate a lo largo de la calle del 31 de Agosto un verdadero obstáculo, un foso de fuego que les aislaba de los suyos y los entregaba a sus propios esfuerzos ante un enemigo sumamente resuelto. 
Pudo ser muy crítica la situación de los aliados a consecuencia del incendio y saqueo; así lo temió Lord Wellington cuando el 20 de julio escribía desde Lesaca al General Graham: "... y como el enemigo tiene su retirada al Castillo asegurada, y el medio de hacer salidas como quiera, los oficiales y soldados deben estar advertidos especialmente del peligro que había de desparramarse por las calles para tratar de saquear". Y si así pensaba el Generalísimo antes del asalto del 25 de julio, es natural que se afirmase en el mismo pensamiento antes del asalto del 31 de agosto. 
Tanto desde el punto de visto estratégico como desde el táctico, el incendio y el saqueo de San Sebastián era inconveniente y peligroso para los aliados, y por tanto no puede admitirse que Lord Wellington ni los Generales y Oficiales le ordenasen ni consintiesen" (28). 
Una opinión tan autorizada en el caso se ve confirmada por el mismo Wellington al afirmar que las fuerzas inglesas fueron las primeras víctimas del incendio y uno de sus oficiales, John Jones, se expresa más concretamente cuando asegura que el fuego del incendio se opuso poderosamente a los progresos del ataque al Castillo (29).

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(28) ¿Quién prendió fuego a San Sebastián? Carta abierta a don Wenceslao Crbea, en El Pueblo Vasco, 30 de setiembre de 1913.
 (29) BRIALMONT: Histoire, t. II, pág. 149.

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