Es difícil resumir estos documentos y testificaciones en pocas
líneas. Al instante que penetraron en la plaza y antes de desocuparla los franceses, empezaron los aliados a forzar puertas y saquear las casas. Los instintos animales de la soldadesca se descargaron sobre las mujeres de toda condición y edad, y en muchos
casos, una vez saciado el apetito, maltrataban a muerte a las infelices violadas. Al caer la noche aumentó el desorden y el lúgubre resplandor de las llamas iluminaba la sombra de quienes, es- pantados, huían de la ferocidad de los aliados y de sus disparos
para salvar la vida. Al amanecer del día 1.° de setiembre se autorizó la salida de la población y se vio salir a personas medio desnudas y muchas heridas, de suerte que la Ciudad quedó casi vacía
de sus habitantes desde el día 2. Ingleses y portugueses fueron
vistos poner fuego de intento a varias casas con cartuchos y mixtos,
empezando por la de Soto, en una de las cuatro esquinas de la
calle Mayor. El pillaje y saqueo duró hasta el día 7, mientras hubo
efectos que robar, y participaron en ello no sólo las tropas que
entraron al asalto, sino también otras que vinieron sin fusiles desde
los campamentos de Astigarraga y aun las tripulaciones de los transportes ingleses surtos en el puerto de Pasajes. En una palabra, la
más apocalíptica tragedia se cernió sobre San Sebastián a la entrada
de los aliados.
Pero en esta tragedia se daba una circunstancia muy peculiar
que las víctimas hacían notar en la Representación a la Regencia
del Reino del 20 de febrero: "El Ayuntamiento se ve obligado a hacer presente a V. A., que el caso de. San Sebastián y sus .circunstancias son de un carácter enteramente distinto del de las demás ciudades destruidas en la presente guerra y aun en las de
los tiempos más remotos. El caso de San Sebastián es el primero,
tal vez, de que hay memoria en su especie. La suerte de esta ciudad
es igual en lo trágica a la de otras varias, pero incomparablemente
más dolorosa, porque el origen de que procede no la permite aspirar a la gloria de la inmortalidad -Numancia y Sagunto, en los
tiempos antiguos, llenaron de asombro a sus enemigos, y en la
guerra actual, Molina, Manresa y otras ciudades de la Península
han dado a los satélites del tirano una prueba nada equívoca de
que los españoles de estos tiempos conservan las heroicas virtudes
heredadas de sus mayores-. Muy lastimosa es, sin duda, la desgracia de unos pueblos tan beneméritos, pero muy envidiable la
memoria de su energía en la posteridad. Pero la infeliz ciudad de
San Sebastián, destruida por la inhumanidad de nuestros aliados
mismos, sumergida por su insensibilidad en un caos de calamidades, insultada por ellos en su honor, precisada a luchar contra su
obstinación en negar los hechos más notorios, ¿qué consuelo puede
esperar para el alivio de tan graves males?".
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(14) B. ANABITARTE: Ob. cit., págs. 244-322.
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