jueves, 12 de septiembre de 2013

LOS RESPONSABLES DE LA DESTRUCCIÓN - Fueron los aliados

Los donostiarras que vivieron la tragedia no muestran la menor vacilación en atribuir la responsabilidad del incendio y saqueo de la Ciudad a las tropas anglo-portuguesas. Las actas de las tres Juntas de Zubieta, celebradas el 8 y 9 de setiembre, cuando todavía estaba vivo el fuego, constituyen los primeros de una serie de documentos públicos en los que con palabras que reflejan el más trágico sentimiento, cargan a los aliados toda la responsabilidad del incendio y saqueo de San Sebastián. A estos documentos siguen otros muchos, entre los que cabe destacar el recurrido Manifiesto del 16 de enero de 1814, con un Suplemento del 16 de febrero; las Representaciones elevadas por el Ayuntamiento al Duque de Ciudad Rodrigo, fechada la primera en Zubieta el 8 de setiembre y la cuarta el 2 de noviembre; Información instruida a petición del Ayuntamiento ante el Juez de Primera Instancia sobre 79 testigos acerca de la conducta observada por las tropas aliadas el día del asalto (octubre de 1813), y tres Representaciones del Ayuntamiento Constitucional a la Regencia del Reino (14).
Es difícil resumir estos documentos y testificaciones en pocas líneas. Al instante que penetraron en la plaza y antes de desocuparla los franceses, empezaron los aliados a forzar puertas y saquear las casas. Los instintos animales de la soldadesca se descargaron sobre las mujeres de toda condición y edad, y en muchos casos, una vez saciado el apetito, maltrataban a muerte a las infelices violadas. Al caer la noche aumentó el desorden y el lúgubre resplandor de las llamas iluminaba la sombra de quienes, es- pantados, huían de la ferocidad de los aliados y de sus disparos para salvar la vida. Al amanecer del día 1.° de setiembre se autorizó la salida de la población y se vio salir a personas medio desnudas y muchas heridas, de suerte que la Ciudad quedó casi vacía de sus habitantes desde el día 2. Ingleses y portugueses fueron vistos poner fuego de intento a varias casas con cartuchos y mixtos, empezando por la de Soto, en una de las cuatro esquinas de la calle Mayor. El pillaje y saqueo duró hasta el día 7, mientras hubo efectos que robar, y participaron en ello no sólo las tropas que entraron al asalto, sino también otras que vinieron sin fusiles desde los campamentos de Astigarraga y aun las tripulaciones de los transportes ingleses surtos en el puerto de Pasajes. En una palabra, la más apocalíptica tragedia se cernió sobre San Sebastián a la entrada de los aliados.
Pero en esta tragedia se daba una circunstancia muy peculiar que las víctimas hacían notar en la Representación a la Regencia del Reino del 20 de febrero: "El Ayuntamiento se ve obligado a hacer presente a V. A., que el caso de. San Sebastián y sus .circunstancias son de un carácter enteramente distinto del de las demás ciudades destruidas en la presente guerra y aun en las de los tiempos más remotos. El caso de San Sebastián es el primero, tal vez, de que hay memoria en su especie. La suerte de esta ciudad es igual en lo trágica a la de otras varias, pero incomparablemente más dolorosa, porque el origen de que procede no la permite aspirar a la gloria de la inmortalidad -Numancia y Sagunto, en los tiempos antiguos, llenaron de asombro a sus enemigos, y en la guerra actual, Molina, Manresa y otras ciudades de la Península han dado a los satélites del tirano una prueba nada equívoca de que los españoles de estos tiempos conservan las heroicas virtudes heredadas de sus mayores-. Muy lastimosa es, sin duda, la desgracia de unos pueblos tan beneméritos, pero muy envidiable la memoria de su energía en la posteridad. Pero la infeliz ciudad de San Sebastián, destruida por la inhumanidad de nuestros aliados mismos, sumergida por su insensibilidad en un caos de calamidades, insultada por ellos en su honor, precisada a luchar contra su obstinación en negar los hechos más notorios, ¿qué consuelo puede esperar para el alivio de tan graves males?".

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(14) B. ANABITARTE: Ob. cit., págs. 244-322. 

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