En el Cuartel General habíanse pasado las primeras horas del 25 en una nerviosa expectación. A las 8 de la mañana estaban reunidos muchos de sus oficiales en el atrio de la iglesia de Lesaca desde donde se oía el cañoneo, y el mismo Wellington fue a unirse a ellos con la esperanza de discernir por la naturaleza e intensidad del fuego, el resultado del ataque. A las 11 llegó el coronel Burgh con la noticia del fracaso sufrido e inmediatamente partió Lord Wellington para San Sebastián, llegando al Chofre a las 2 de la tarde.
Examinó la situación y completó su juicio oyendo a los jefes de los diversos servicios, a los que expuso después su propósito de proseguir el sitio con más medios y más amplio desarrollo en los trabajos, manifestando su deseo de rasgar más la brecha extendiéndola hacia la cortina y terminó pidiendo al Teniente Coronel Burgoyne, que sustituía en aquella ocasión a Sir R. Fletcher, un proyecto de ataque regular del frente de tierra.
La operación hubiera, pues, seguido su curso, acaso con menos intensidad durante unos días por la escasez de municiones de las que se había hecho gran consumo (1), a no haberse iniciado la ofensiva de Soult; pero al regresar Lord Wellington a Lesaca a las 8 de la noche, encontró los numerosos partes que en la tarde habían ido llegando y supo que su derecha se plegaba bajo la presión de un enemigo superior; poco después redactaba la orden de suspensión del sitio que sir T.Graham comunicó en la mañana del DÍA 26 a sus subordinados, y según la cual la artillería debía ser conducida a Pasajes y reembarcada, a excepción de 2 cañones de 24 que debían quedar en la Batería número 14 y 2 obuses que quedarían en la número 11. Al mismo tiempo dio el General Graham instrucciones a Burgoyne para que se construyesen reductos y atrincheramientos hacia los altos de San Bartolomé y Lazcano para cubrir el bloqueo que se trataba de mantener.
Se comenzó a retirar la artillería, y se organizó la evacuación de heridos que fueron embarcados en el Chofre y recogidos en los buques. Se mantuvo un fuego más lento y, tanto por ello como por el movimiento de material hacia retaguardia pudieron darse cuenta los sitiados de que algo anormal ocurría en el campo inglés".
DÍA 27 : En la mañana del 27, observando el General Rey la negligente marcha que los trabajos del campo sitiador llevaban y la suspensión prolongada de su fuego ordenó una salida, disponiendo que el Jefe del Batallón, Lupé, con dos Compañías de Cazadores de Montaña, los Voltigeurs del 62º y algunos zapadores se lanzaron sobre la derecha de la paralela, en tanto que el Jefe de Batallón, Blanchard, con un destacamento de 150 hombres se dirigía hacia las ruinas de Santa Catalina; protegidos por estas fuerzas, los zapadores y obreros del Capitán Saint George debían arrasar todos los aproches. Efectuóse rápidamente la salida, desembocando los sitiados por la calzada de Hernani, por la trinchera producida por la mina en el glasis y por el camino de Santa Catalina. En el campo sitiador habíase contado con la posibilidad de una salida en la noche precedente, y, al efecto, el Mayor O'Halloran que estaba de servicio había hecho tomar las debidas precauciones; de los 600 o 700 portugueses que estaban de trinchera, una quinta parte fueron puestos de centinela y durante la noche el servicio se hizo con regularidad, pero una hora después de amanecer, por tolerancia del oficial, los centinelas se retiraron a las trincheras, abandonando la vigilancia; poco después de las seis cayeron los franceses sobre los desapercibidos portugueses, que ni aún llegaron a rehacer sus filas y que fueron seguidos hasta las ruinas de Santa Catalina y San Martín. O'Halloran logró reunirlos sobre un núcleo de ingleses e hizo retroceder a los sitiados, que regresaron a la Plaza con 189 prisioneros (2); sin haber hecho grandes daños en los aproches por la escasez de personal y herramientas y por el corto tiempo de que se dispuso.
El transporte de material a Pasajes prosiguió; durante la noche habiánse llevado al Parque todas las piezas, trabajando además de los artilleros 700 hombres de Infantería; en el curso del día fueron llevadas a Pasajes, donde no pudo empezarse su reembarque porque los botes todos estaban empleados en el transporte de enfermos y heridos. Sobre la escasez de medios, la circunstancia de no poder efectuarse el trabajo sino en pleamar, retrasaba considerablemente la operación, que se continuó en los días sucesivos y que no terminó hasta el 30.
DÍA 28 : En las trincheras siguieron empleándose pequeños grupos de trabajadores,para repararlas y mantenerlas en buen estado; pero en la madrugada del 28 se recibió orden de retirarlos, dejando solo la fuerza de servicio. Desde el 25 no había recibido Sir T. Graham noticias de Lord Wellington, a quien suponía empeñado en una seria lucha; esto debía producirle alguna inquietud y, como en el bajo curso del Bidasoa habían quedado algunas fuerzas francesas, juzgó prudente concentrar las fuerzas a sus órdenes haciendo marchar hacia la frontera una de las brigadas inglesas de la 5ª División y otra de las portuguesas empleadas en la orilla derecha.
DÍAS 29 Y 30 . El 29 en la noche se recibieron noticias del combate librado el día precedente en Sorauren, con lo que se desvanecieron las incertidumbres y el 30 se circuló ya la orden de reanudar los trabajos de sitio, pero ni en este día, ni en los sucesivos se emprendió ninguna labor en los aproches, y sólo se continuaron las obras principiadas en perspectiva del bloqueo empleando en ellas los elementos disponibles.
Los sitiados emplearon bien este período de tranquilidad, solo turbado por las pequeñas salidas efectuadas en las noches del 29-30 y del 1-2 en las que se hicieron una quincena de prisioneros y por el corto cañoneo con que se respondió a las salvas hechas por los sitiadores el día 3 en celebración de los últimos victoriosos combates.
Los atrincheramientos de los semi-baluartes del hornabeque fueron reforzados, la contraescarpa derrumbada por la mina fue reemplazada por un muro en seco y la parte correspondiente del camino cubierto se reparó. El incendio iniciado en las casas inmediatas a la brecha habíase propagado en tal forma que cuando se logró extinguirle habían sido ya destruídas todas las casas comprendidas entre la muralla y la calle de San Juan. Como las ruinas adosadas a la brecha facilitaban el descenso de ésta, se arrasaron todas las paredes que quedaban en pie y con los materiales resultantes se empezó a construir un grueso muro aspillerado que cerraba todas las posibles desembocaduras de las dos brechas. Se emprendieron también algunos trabajos de mina, que no habían podido efectuarse en el anterior período por falta de personal, pues los primeros minadores llegaron a la Plaza en la noche del 26; se empezaron dos ramales bajo el glasis hacia los ángulos salientes. Se habilitó y artilló una pequeña Batería hacia Santa Teresa y se perfeccionaron y protegieron las rampas de comunicación con el Castillo.
Desde el día 5 pudo creerse que la continuación del sitio
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