miércoles, 24 de abril de 2013

EL SITIO DE 1813 - EL EJERCITO SITIADOR - Los Ingleses y la guerra de sitio

El ejército inglés tan plenamente eficiente sobre el campo de batalla, se mostró inferior a si mismo  en todos los sitios de Plazas emprendidos en España. Los fracasos experimentados en los dos primeros sitios de Badajoz y en el Castillo de Burgos y el enorme número de bajas que costaron los asaltos a la primera de aquellas plazas y a la de San Sebastián, fueron tema de apasionadas discusiones en su tiempo y merecen hoy ser examinados.

Es evidente que no estaba aquel Ejército preparado para tales operaciones. De mucho antes, las empresas militares inglesas se reducían a campañas coloniales, en las que la expugnación de las casi indefensas plazas se realizaba sencilla y brevemente. No había pues en el Ejército ni elementos organizados, ni materiales preparados, ni había en el mando reglas ni preceptos ni doctrina alguna sobre su empleo.

Lo mismo los fracasos de 1811 que las bajas sufridas en 1812 ante Badajoz, fueron por Lord Wellington atribuidas, con notoria injusticia a los oficiales de ingenieros (1). Es cierto que la falta de zapadores bien instruidos, se hacía sentir, pues las tropas de línea los suplían imperfectamente en los primeros trabajos de aproche lejano, y eran totalmente ineptas para los próximos, que había que efectuar bajo el fuego eficaz de la defensa, pero esta falta, que no era imputable a los Ingenieros, no era la causa única, ni aún la principal.

Otras fueron las circunstancias que más esencialmente determinaron aquellos fracasos. Influía primero el desconocimiento de la índole de estas operaciones por el mando y consiguientemente, la falta de orientaciones firmes y las fluctuaciones en la dirección, perceptibles lo mismo en Beresford ante Badajoz y en Wellington ante Burgos que en Graham ante San Sebastián.

Era otra de ellas la insuficiencia e ineficacia del material de artillería; anticuado, escaso y mal municionado; el tren de sitio preparado para los de Badajoz, era imposible obtener rendimiento alguno de él; y, aun después de esta renovada experiencia emprendió Lord Wellington el del Castillo de Burgos con un tren más exiguo, más inadecuado y peor municionado.

Más aun que al insuficiente número de piezas debe achacarse al escaso efecto conseguido, a que en todos los casos se dedicaba la casi totalidad de la artillería a batir los obstáculos materiales, preparar brechas, etc., sin atender o al menos, atendiendo de modo muy secundario a extinguir sus fuegos, a contrabatir la artillería de la Plaza y a quebrantar las fuerzas morales de la defensa.

Consecuencia de elle eran:

1º. Prematura apertura de las brechas; el sitiado se prevenía y preparaba nuevas defensas.

2º. Los trabajos avanzaban poco porque el fuego de la Plaza destruía cestonadas y cabezas de zapa.

Convertíase pues, y, no por sistema, el sitio regular en un ataque a viva fuerza que no se inspiraba en las ideas de Coehorn, porque los procedimientos de éste, como los modernos de W. Sauer tienen como idea fundamental la de aplastar a la defensa bajo el fuego intenso de una artillería muy superior en número, empleada, no en demoler escarpas sino en abrumar a los defensores quebrantando sus fuerzas morales y materiales. Con fundamento encuentra J.T.Jones hondas analogías entre los procedimientos seguidos en la península y los seguidos por nuestro ejército en las guerras de Flandes; las mismas causas determinan los mismos efectos. Algo influía en la tendencia a precipitar los ataques la situación estratégica en que tenía que desarrollarse la operación, situación que imponía en ocasiones apremiantes plazos y que determinó en algunas el levantamiento precipitado del sitio.

CONTINUA .......

(OLAVIDE, ALBARELLOS, VIGÓN)


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